Marieta era una niña que no hacía caso a lo que le decía su madre. Un día su madre le dijo que fuera a comprar hígados para la cena.
Marieta fue a comprar los hígados al mercado, pero tuvo la mala suerte de encontrarse con sus amigas del alma. Marieta se quedó jugando con ellas hasta las siete.
Marieta se dio cuenta de que ya era la hora de cerrar las tiendas, y corrió a la carnicería.
Como la carnicería ya la habían cerrado, a Marieta no le quedaba ninguna solución, pero una de sus amigas le dijo: -Todos los hígados son iguales, o eso he oído.
Así que Marieta y sus amigas fueron al cementerio a quitarle los hígados a un señor que aún no lo habían enterrado.
Al cabo de un rato Marieta regresó a casa con una bolsa de hígados.
Más tarde su madre la llamó para cenar, pero Marieta prefirió irse a casa de su abuela a cenar.
Cuando Marieta terminó de cenar subió a la cama.
Una voz tenebrosa repetía una y otra vez:
-Marieta, ¡Dame los hígados que me has quitado!
Cada vez se oía más de cerca, hasta que Marieta notó algo en los tobillos:
- ¡Ya te he cogido!
0 comentarios:
Publicar un comentario