Este año no vino el tío Juan, vino la tía Lola. La tía Lola era millonaria, y nos trajo cinco paquetes a cada una de las niñas, y dos a cada adulto.
Todos estabamos muy contentos con los regalos, pero cuando jugábamos con ellos nos gritaba porque decía que alborotábamos mucho.
Yo llegué a pensar, que a la tía Lola, le importábamos muy poco y nos había comprado los regalos simplemente por quedar bien, y como era millonaria, no le suponía nada.
Me paré a pensar un rato, y encontré la razón de por que la tía se comportaba de esa manera con nosotros.
Ella había perdido la ilusión de Navidad, y solo había que intentar devolvérsela.
Mi hermana gemela, que tenía mucha imaginación, discurrió un plan perfecto.
Como yo estaba castigada y no podía salir de casa, mi hermana se hizo pasar por mí, mientras yo salía a un lugar secreto que solo yo sabía donde estaba, y coger el material para...
Hacer un gran regalo a la tía Lola, y le regalamos... ¡Al tío Juan!
Desde aquel día todos fuimos felices y comimos huevos de codornices
0 comentarios:
Publicar un comentario